martes, 7 de diciembre de 2010


Cuándo era pequeña me encantaba pasarme las tardes de domingo leyendo, ese era mi refugio particular. Devoraba un libro tas otro, a veces era una detective perspicaz y otras veces una adolescente llena de pecas que no sabía donde estaba el norte. También adoraba hacer documentales sobre el paisaje que rodeaba mi casa. Hablaba sóla, para el aire, utilizando una cámara fotográfica estropeada a modo de cámara de video. Terrible la imaginación de aquella niña callada, solitaria. Los días pasaban, los días corrían, y yo me dedicaba a arrancar margaritas para hacer ramos y a cazar grillos para contarles mis penas. Siempre tenía el portal de mi casa lleno de flores y animales perdidos. Mis gatos me acompañaban a donde fuera y siempre llevaba un chandal viejo por si me ensuciaba. Aparecer llena de tierra era lo de menos. Algún día soleado iba a regar mi planta de fresas silvestres, otros acompañaba a mi vecina a darle de comer a los animales. Me fascinaba la televisión, siempre que pasaba enfrente de la casa de mi vecina me quedaba viéndola a través de la ventana de su salón. Espiando lo que pasaba por el mundo, ya que en mi casa de eso no había. Un día unos ladrones me robaron una bicicleta y desde entonces no pude dormir, siempre escuchaba pisadas extrañas y no me atrevía ni a respirar. Tuve una infancia solitaria, pero bonita, días muy grises con platos volando por la cocina y lágrimas, días verdes y azules tirada en el prado. Tu olor a after shave cada mañana y el beso de buenos días mientras me sentaba en tus piernas. Las noches en las que me colaba en tu cama para leer hasta quedarme dormida y contarte de que iban mis libros. Que personaje me gustaría ser. Tú, dormido, con la revista encima. Después me escapaba de puntillas a mi cama fría. Me acurrucaba y ponía la radio bajita para escuchar las historias de la gente que no podía dormir hasta que me vencía el sueño. Recuerdo, porque cada día que pasa te alejas más de mis recuerdos y no quiero olvidar tus ojos verde azul. Porque estas Navidades te seguiré extrañando como las primeras, en las que te escribí cartas que nunca llegaron al cielo. Porque la gente que me ayudó a crecer cada vez está más lejos de mi y así los siento conmigo. Cerca, como cuándo cenábamos todos juntos en la misma mesa, sin televisión, pero felices. Cuando la Navidad aún tenía sentido y teníamos algo que celebrar. Este año dejaré pasar estas fechas de largo, sin ruído, sin adornar nada con luces de colores que me recuerde lo triste que son. Y os recordaré, os recordaré porque siempre os tengo en el corazón. Aunque esteis lejos, en el cielo, o pensando en vuestras vidas. Siempre. Y os escribiré cartas sin remite en las que contaré como ha sido mi primer día de trabajo y que mi primera paella ha salido deliciosa..


- ¿Sabes ese momento en el que te das cuenta que la casa en la que has vivido ya no es tu casa?
De repente, aunque tengas un sitio donde poner tus cosas, la idea de casa desaparece.
- Yo aun me siento agusto en mi casa.
- Un dia cuando te vayas te pasará, y ya no habra vuelta atras. Ya no lo recuperaras jamas. Es como sentir nostalgia de un sitio que ya no existe. Tal vez sea ley de vida, no crees? Y no volveras a sentir lo mismo hasta que crees tu propio hogar, para ti, para tus hijos, para la familia que formes. Es como un ciclo. No se, yo lo echo de menos, entiendes?... A lo mejor eso es una familia. Unas personas que echan de menos el mismo lugar imaginario..

No hay comentarios:

Publicar un comentario