lunes, 21 de febrero de 2011




Poco a poco se adentra en la oscuridad que invade suavemente los contornos de los edificios que los rodean. Moira puede sentir cómo los últimos susurros de aliento se languidecen a medida que avanza el crepúsculo del día.
Ella está quieta, inmóvil entre los focos de los coches y las farolas que rezuman un perfume embriagador que le lleva a los recuerdos apenas vividos. Siente el suelo bajo sus pies descalzos. Nota el sonido de la lluvia al golpear las hojas.
Comienza su cuenta atrás particular - Mil; Novecientos noventa y nueve; Novecientos noventa y ocho... - recorre cada ápice de los segundos en los que ha sentido su corazón a través de sus gafas de sol.
Le acompaña una presencia constante - Novecientos treinta y cinco; Novecientos veintitrés... - que está lacrada en el tatuaje que se ha hecho en su muñeca izquierda: una V, un número romano.
Gira su cabeza, el chico guapo la mira y sonríe. - Ochocientos ochenta y uno; Ochocientos setenta y cuatro; Ochocientos cincuenta y cinco...
Nota que algo ha cambiado y se funden armoniosamente, ajenos a la distancia.
-Ochocientos treinta y dos; Ochocientos dieciséis, Ochocientos cinco....






"Todo cuanto queráis oír o hablar
por nosotros será hablado y oído
mientras el viento aún quiera callar.

Tiene asiento la tierra en que he nacido
sobre la costa a la que el Po desciende
a buscar paz allí con su partido.

Amor, que en nobles corazones prende,
a éste obligó a que amase a la persona
que perdí de manera que aún me ofende.

Amor, que a nadie amado amar perdona,
por él infundió en mí placer tan fuerte
que, como ves, ya nunca me abandona."

(La Divina Commedia; Inferno- Canto V v.94-105;  Dante Alighieri)

No hay comentarios:

Publicar un comentario